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miércoles, 22 de mayo de 2013

Te buscaré

...en el silencio de la madrugada, a veces sólo Tú eras refugio de mis desvelos en la soledad de mi cuarto adolescente, con aquella maravillosa foto de tu bendito perfil que glorificaba la cabecera de mi cama...

Acostado, en la penumbra,
tu perfil siempre me inspira;
 son tus ojos que me alumbran
de los que mi fe respira.

Glorificas cada instante
en que habitas el recuerdo
 dando Paz al caminante
que cobijas en tu huerto.

El brillo de tu mirada
es hiriente sentimiento,
 de una Madre a quien robaban
y sumían en tormentos.

Bebí Esperanza en tu gesto
una tarde en primavera;
en tu jardín hallé el resto
y hoy mi alma te venera.

Y siempre te buscaré
en tu casa capuchina
y jamás me alejaré...
que el sentimiento no olvida
cuando se nutre de fe.

Guillermo Rodríguez



martes, 21 de mayo de 2013

La herencia de tu gubia

Tú quisiste, Madre Mía, aparecer entre la sinrazón y el odio fraternal... e inundar nuestras esquinas de Esperanza; para que brotaran simientes de Paz en el erial del jardín de nuestros abuelos...y quisiste que fueran sus manos las que plasmaran tu belleza...


Entre permiso y permiso
que el frente te concedía,
hallaste el tiempo preciso
para tallar a María;
fue como un sueño que quiso
brotar en Andalucía
para dar Dios a sus hijos
la Paz que todos querían.


Nació su luz de tus manos,
gubia de amor verdadero,
¿quién hubiese imaginado
tanto fervor cofradiero?;
y cada Miércoles Santo
sigue vivo tu recuerdo,
mientras consuelas el llanto
de "tu Niña", desde el Cielo.

Me acuerdo de tus palabras
a los pies de la Señora
y de tu alma cansada
siempre junto a la Paloma;
"esta es mi Niña" contabas,
verdades que otros ignoran,
y tus ojos delataban
quién vivía en tu memoria.

Pasó la vida y el tiempo
te arrancará del olvido,
porque el profundo respeto
es sincero y bien nacido;
sólo el amor que da el pueblo
sabe ser agradecido
y no aprende de decretos
ni palabras sin sentido.

Tu deseo de Esperanza,
se convirtió en Paz del Cielo...
y se quedó en Capuchinos
para ser nuestro consuelo.

  Guillermo Rodríguez      



Juan Martínez Cerrillo.

Nació en Bujalance el 4 de Abril de 1910 y se trasladó a Córdoba a los seis años, donde adquirió una sólida formación artística, primero en la Escuela de Artes y Oficios y después en el taller de Rafael Díaz Fernández. En Córdoba realizó toda su copiosa obra, tan rica como diversa, puesto que este notable creador, de espíritu polifacético, se desdobló en las más distintas facetas del arte. Fue pintor paisajista en su juventud, pero tras la Guerra Civil de 1936-39 se apasionaría por la escultura en general y por la imaginería procesional en particular.

Más tarde, sin abandonar ambas facetas, Martínez Cerrillo dirigiría sus afanes creadores hacia los cueros artísticos. Sobre todo en la imaginería procesional su labor fue extraordinaria. A lo largo de su vida talló una larga serie de sesenta vírgenes dolorosas y de gloria que se hallan repartidas por Córdoba capital y provincia, pero también por numerosos puntos de España, Bélgica, Argentina, Venezuela y Panamá. También realizó una serie de 38 imágenes de Cristo.

Entre su producción imaginera relacionada con la Semana Santa de Córdoba, destacan las vírgenes de la Paz y Esperanza (1939), la Alegría (1944), la Esperanza (1947) y la Piedad (1958). También son importantes los cristos de la Humildad y Paciencia (1944), La Sentencia (1945), Las penas de San Andrés (1954) y la Entrada Triunfal en Jerusalén (1963). En la provincia cordobesa son también muy numerosas sus obras: vírgenes de los Dolores de la Vera Cruzde Fernán Núñez, y de la Pazde Lucena, así como varias imágenes titulares de la Semana Santa de su Bujalance natal.

Además de esta labor imaginera, caracterizada por un barroquismo de dulzura expresiva, alejada del desgarro expresionista, Juan Martínez Cerrillo, como pintor al óleo realizó una bella serie de cuadros teniendo como tema todos los pasos de Semana Santa de Córdoba, y otra sobre los patios típicos cordobeses. Fue un dominador del procedimiento de ejecución del arte del cuero, con el que realizó muchas obras sobre temas religiosos y populares andaluces. Su última obra fue el camarín de Ntra. Sra. de la Paz y Esperanza del convento del Santo Ángel (RRPP Capuchinos) en guadamecí. Falleció en Córdoba el 6 de Octubre de 1989.



jueves, 16 de mayo de 2013

En el Carmen tu nido


Emigraste aquél invierno del nido de tu casa capuchina, dejando al barrio huérfano de tu esencia. Te fuiste sin hacer ruido, como se marcha la luna en mitad de la madrugada, acompañada por parte de tu rebaño, en silencio... y te encontré en un oasis que jamás había sentido mío, en un pedacito de gloria, en los arrabales de tu olvidado pasado, en un altar con aroma marinero, donde te arroparon con un manto de altruismo. Y hasta allí emigré para contarte mis cosas, como siempre... y aprendí a querer a la que extiende sus redes cada quince de julio por las calles de la ciudad. Y comprendí que por más lejos que te lleven, por más que pasen los años y por más recovecos que tengan los senderos que llevan a tu presencia, por los siglos de los siglos estaré donde Tú estés...



Un sendero a Puerta Nueva,
arrastrando mis miradas...
fue tu nido hasta primavera,
el fresco oasis donde me esperabas.

Te busqué en tu hogar capuchino,
pero no estabas...
y sediento de tu gesto
hallé tu Paz donde me indicaban.

Gracias Madre Marinera,
hiciste un hueco en tu barca,
y así la Blanca Paloma
tuvo un lugar donde venerarla.

A su vera el Padre Humilde,
te miraba, Carmen, a la cara.
Es un honor Madre Mía
ver en tu pecho nuestra medalla.

El Carmen, la Gloria Misma,
fue el Edén de mis sueños,
con la Reina del Carmelo
y enfrente la Pazdel Cielo.

Tuviste amor carmelita
sirviéndote noche y día
y tu gente capuchina
viniendo a verte en romería.

Volvieron las golondrinas,
como cada primavera
y como la luz del día
volviste a casa con la marea.

Mi historia guarda un tesoro
de gratitud infinita
a todos nuestros hermanos
de mi Hermandad Carmelita.

Y regresaste por Nisán, entre oleadas de devoción, para inundar de nuevo las calles de tu barrio, ese que ya casi no pisas cada Miércoles Santo... los que estuvimos cerca aquellos días que el destino nos regaló, siempre atesoraremos en un rincón del alma la infinita gratitud a los que te dieron cobijo aquel lejano invierno que muchos han olvidado...


En enero de 1997 el convento del Santo Ángel fue objeto de una profunda y necesaria restauración que obligó a la hermandad de la Paz y Esperanza a buscar un hogar alternativo para sus Benditos Titulares. Tras sopesar diversas opciones, la decisión fue trasladar el culto a la Iglesia conventual del Carmen Calzado (el Carmen de Puerta Nueva). Allí, frente a la mirada de la Virgen del Carmen, en el pequeño ara que existe al pie del altar mayor, recibieron culto durante el invierno Ntro. Padre Jesús de la Humildad y Paciencia y Ntra. Sra. de la Paz y Esperanza. Allí tuvieron lugar también los cultos cuaresmales en honor al Señor. Y allí, aprendimos a tener nuestra segunda casa para siempre. La semana previa al Viernes de Dolores del mismo año se produjo el regreso a Capuchinos.


A raiz de aquel hecho histórico, que ha supuesto la única vez que nuestros titulares han abandonado Capuchinos desde 1940 (el Señor jamás había salido de Capuchinos) se incorporó al cortejo penitencial de la cofradía el estandarte de la hermandad del Carmen. Del mismo modo, una representación de la hermandad de la Paz acompañó hasta el año 2006 a la Virgen del Carmen en su salida. Inexplicablemente esta tradición se truncó a partir de entonces. Quiera Dios, que del mismo modo que aprendimos tanto aquellos días, aprendamos a no olvidar nunca nuestro pasado, más allá de lo que recojan las actas, y seamos capaces de transmitir al pueblo de Córdoba y las futuras generaciones de hermanos, todos y cada uno de los hechos que forman parte de la historia de la hermandad.

Guillermo Rodríguez


lunes, 6 de mayo de 2013

Mi promesa


Dijo una vez el poeta que promesas no son promesas si no cuesta lo ofrecido. Me contaron que siendo muy niño, por razones de trabajo, llegó la Semana Santa sin poder regresar a orillas del Guadalquivir. Siempre volvíamos por aquellas fechas al hogar, para respirar esa fusión de azahar, incienso y cera que existe en Andalucía. Pero en aquella ocasión no fue posible. Mi padre nunca hablaba de ello, pero mi madre me explicó que aquél Miércoles Santo, cuando llegó la hora en que la cruz de guía debía pisar las piedras de Capuchinos, él se enclaustró en la celda de su cuarto y no volvió a salir hasta la mañana siguiente. Siempre pensé que debió ser duro, pero que quizás no fue lo suficientemente fuerte para afrontarlo, que en realidad “no era para tanto…”; hasta aquel extraño sueño…


Ya se sabe qué sucede cuando estamos en los brazos de Morfeo; desconozco los motivos, ni qué pedí a cambio, pero había hecho promesa de faltar a mi cita de cada primavera con mi túnica blanca, como uno más en el firmamento de luminarias que alumbran sus benditas pupilas. En mi sueño, llegaba el Domingo de Ramos con un intenso aroma a cofradía. Podía escuchar cornetas en la lejanía, respirar el relajante frescor de la mañana de abril y sentir el sonido del fleco de bellota golpeteando contra los varales de plata: De pronto, el domingo se convirtió en Martes Santo. Yo rezaba frente a su palio casi terminado, a expensas únicamente de la profusa ofrenda del florista de su edén errante, observando su gloria y fantaseando que la Señora imaginaba al humilde Rey de los Cielos navegando en un mar de sentimientos.

Súbitamente comencé a experimentar una indescriptible desazón. Había llegado el momento de cumplir mi promesa. Me invadió la angustia y la tristeza, y una erupción de lágrimas se derramó del volcán de mi alma, sintiéndome incapaz de inspirar. Y entonces, mi naturaleza se rebeló y mi espíritu fue consciente de que era imposible cumplir aquella promesa… y todo mi ser se desbocó en un arrebato de locura que me lanzó a una frenética carrera buscando sus orillas… rompí mi promesa… no pude hacerla realidad…

Me desperté con una extraña sensación, envuelto en el recuerdo de mi padre y la injusticia de mi dictamen emitido, de mi prejuicio. Y fui plenamente consciente del dolor que debió sufrir su corazón, porque él no pudo descontar la distancia y tuvo que tragarse el tormento y las lágrimas en silencio, en la soledad de su cárcel de lejanía…


Despierta Córdoba mía
bella princesa encantada.

Sabores de primavera,
palmas, domingo de Ramos,
incienso, flores y cera,
un redoble de tambores
y sonidos de cornetas.

Y entre el fresco aroma
de mi tierra, se respira
un amargo olor
de una promesa que cautiva
mi ansia de cofradía.

Y llora mi alma
pensando en el lento
caminar del nazareno
y un palio mecido
al son de Campanilleros.

El Martes Santo es preludio
de pasiones y delirios.

Vestida con blanco manto
espera en trono de Reina,
San Rafael entretanto
contemplando su belleza
se ha dormido allá en lo alto.

Sueña entre las flores
con el rostro de su hijo,
con su andar sereno
y con su paso entre el gentío,
y siente un escalofrío.

Lucen los claveles,
lirios y gladiolos
para Ti Paloma Blanca,
saetas y palmas,
Córdoba entera te canta.

Y la ilusión que se muere
entre penas concebidas.

Las lágrimas me caían
porque la Paz de María
llenaba otros corazones
y hasta el mío no alcanzaba
sino a través de oraciones.

La puerta cerrada,
 sólo yo con mi agonía,
pensando en silencio
quiero verte Madre Mía...
la promesa se rompía.

Loco fui a buscarles,
sin verte en la calle
Padre Mío no me quedo,
lo intenté Señora
y te juro que no puedo.

Te vi Señor caminando
quise sentir tu mirada.

Y me inundó la alegría
con las notas de una marcha,
y una saeta se oía
de una voz rota y gitana
que sonaba a Andalucía.

Y entre los clamores
de su barrio, mi Sultana
bailaba Rocío,
Jueves Santo Madrugada,
el pueblo ¡Guapa! gritaba.

Aquella promesa
la rompí sediento
de la Paz y la Esperanza
que brindó María,
llenando toda mi alma.

Mi promesa se rompió
que yo no puedo quedarme
separado de tu amor
se que sabrás perdonarme,
culpable fue el corazón.

Guillermo Rodríguez